21/4/15

La guerra



Como no quería llegar muy temprano fui a leer a la plaza. Terminaba de acomodarme en un banco abajo del algarrobo cuando algo rosa cayó del cielo: un cepillo de dientes.
No había nadie alrededor que se viera sospechoso, y eso que me fijé muy bien. Algunos novios estaban desparramados por el pasto, pero el busto de algún dirigente todo graffiteado había sido el único testigo aparte de mi.
Cuando quise volver a mirar el cepillo, no estaba.
En la otra punta de la plaza vi una bata blanca que se alejaba corriendo, enseguida guardé el libro y la empecé a seguir, porque sabía que era culpable el que la llevaba puesta.
En algún momento de la persecución el homicida se dio vuelta, me vio.
Aceleró casi al doble, pero yo el triple, y casi alcanzo a tocarle el hombro, cuando una rama le pegó en la cara, su cuerpo me pegó a mi y caímos al suelo como un sanguche.
Creo que me golpeé la cabeza tan fuerte como él, y a ninguno de los dos nos importó. Cada uno gateó hacia un lado opuesto de la vereda, buscando con desesperación lo mismo.
El cepillo de dientes había desaparecido.